Piñera, la jetta de Colo Colo

Por Antonio Gil
PESO PLUMA


¿Qué podría explicar este salvador de naciones, resucitador de muertos, cuadrador de círculos, al pueblo albo? ¿Dónde está su aporte? ¿Qué dividendos quiso agarrar este “cruzado” metiendo la zarpa en el Colo, que es lo único que tienen los que no tienen nada?



Para una inmensa población chilena de jóvenes, trabajadores y pueblo pobre, los únicos partidos que existen son los partidos de fútbol. Ni la UDI ni RN ni la DC ni el PPD significan nada. No los entienden, no los entretienen, no hacen vibrar de goles y pelotas en el travesaño sus modestos fines de semana, ni son los temas de conversación del lunes en los talleres, las oficinas o las schoperías a la luz de unos pitchers. Los partidos de fútbol son su verdadera pasión, y los equipos que los juegan, sus máximos signos de identidad. Ahí se es o no se es, con fervor, con garra, hasta la muerte. Por eso sorprendió hasta el escalofrío cuando en 2006, haciendo gala de su escandalosa ignorancia respecto de nuestro pueblo, escuchamos a un "sabio" Sebastián Piñera quien siempre pareciera saberlo todo de todo afirmar: "El club más popular de Chile es Colo Colo y miren dónde estaba, a los tumbos, haciendo noticia en los tribunales. Por eso, a mí me parece que si Colo Colo puede ser un club que muestre el camino, eso va a significar que muchos otros que también debieran ser grandes clubes van a seguir esa senda. Yo quisiera colaborar en esto y me parece maravilloso, entretenido el proyecto de Colo Colo, sin perjuicio de que yo soy hincha de Católica y lo voy a seguir siendo". Tal cual y sin tomar aire, confesó su condición de "p’allá y p’acá" con esa sonrisita de niño con juguete nuevo pegada en la cara, el infausto día que agregó al club popular en su abultado portafolio de empresas. Ocurre que hoy los colocolinos, sumidos, como nunca en su historia, en la desesperanza absoluta, ven al club de sus amores como "un equipo sin ideas, sin velocidad para llegar a las coberturas, sin un arquero que dé garantías", como afirmaba no hace mucho un acongojado hincha albo, a la misma hora en que Piñera, hincha confeso de la Católica, cantinfleaba en la televisión: "Soy colocolino, en cierta forma, desde siempre". ¿En "cierta forma"? ¿Qué cresta significa "en cierta forma"? Ahí, en esa breve frasecita, está la clave de quién es este colocolino de la Católica, "desde siempre". No se puede, Piñera, ser colocolino o chuncho o wanderino o chileno, o lo que sea, "en cierta forma". Esa "cierta forma" es la piñeresca evidencia de un oportunismo sicopático. ¿También es Piñera humanista cristiano "en cierta forma"? Y, aunque lo niegue, ¿"en cierta forma" un pinochetista de clóset? Esto último nadie lo duda. Lo que es claro es que todo el mundo descubre con más nitidez, cada día qué pasa, que Piñera es "en cierta forma" un vulgar vendedor de merluzas. Y que "en cierta forma", desde su cerro de billetes, nos considera a los chilenos una manga de pelotudos. Colo Colo es Chile, y Piñera, "en cierta forma", se presenta como jetta para el club popular, que ahora sí que va a los tumbos, goleado hasta por Municipal Iquique. ¿Qué podría explicar este salvador de naciones, resucitador de muertos, cuadrador de círculos, al pueblo albo? ¿Dónde está su aporte? ¿Qué dividendos quiso agarrar este "cruzado" metiendo la zarpa en el Colo, que es lo único que tienen los que no tienen nada? Trece en la tabla, Colo Colo es Chile, bajo la mala sombra del candidato bursátil. La hora de la farsa tarde o temprano se acaba, Piñera. Lo dijo Kennedy: "Se puede engañar a todos poco tiempo, se puede engañar a algunos todo el tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo". //LND

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